Las cosas son como las recordamos

 Las cosas son como las recordamos.


Marcel Proust decía "que cuando uno extraña un lugar, lo que realmente extraña es la época que corresponde a ese lugar; no se extrañan los sitios, sino los tiempos".

En mi opinión somos memoria. Somos aquellas cosas que recordamos y la manera en que lo hacemos. Las cosas no son como sucedieron son como las recordamos. Son alegres o tristes o tienen la capacidad de torturarnos o de alegrarnos, dependiendo de como elegimos recordar. Elegir la manera en que recordamos o aquellas que decidimos, es la manera más inteligente de vivir. La mejor manera de vivir es copiando de Benedetti, con una memoria selectiva, eligiendo solo aquellas cosas que escogemos y no una decisión aleatoria de la mente. La mente es poderosa, por tanto debe tener control de ella. De modo que la decisión más conveniente debe ser recordar sólo aquello que nos alegra, que nos regocija. Que caso tiene recordar lo triste. Si no hay forma de olvidarlo, entonces elija una manera alegre de hacerlo, porque las cosas en sí mismas no son alegres ni tristes, sino que se limitan a reflejar el tono con que nosotros las envolvemos, las recordamos y las sentimos.

La otra manera inteligente de vivir es el perdón, y la mejor manera de perdonar es el olvido. Olvide porque es un mandato divino. Porque la mejor muestra de perdón es el olvido. Porque la base de la cordura es el olvido. Porque recordar incesantemente conduce a la obsesión y a la locura. Porque olvidar las ofensas es tener buena memoria. Olvide y sea libre, como quien vive en un vasto jardín sin memoria. Lleno de gracias y sonriente, libre del tormento. Sometiendo la memoria a lo que decida vivir y no a la condena de sus recuerdos al  azar. Elija un lugar, allá, allá lejos. Dónde habite el olvido.

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