La intensidad es una forma de eternidad.

 La intensidad es una forma de eternidad.


Tal vez sea injusto, pero a veces lo que sucede en unos días, incluso en un único día o en un instante, puede cambiar el curso de una vida. Lo que ocurre en un instante puede definir el resto de nuestras existencias.


Pudiera resultar paradójico y quizás hasta contradictorio, porque el primer derecho concedido al hombre, según la ley divina fue el libre el libre albedrío, de modo que su vida pueda verse definida por un sólo evento, puede ser entendido como que nuestro destino es definido por un golpe de buena o de mala suerte, cuando en realidad no existen, ni la una ni la otra. Lo que existe como una verdad casi absoluta, porque es fácilmente demostrable, es que la bienaventuranza se consigue con trabajo, con atención a los detalles, con pequeño esfuerzos, que bien pueden parecer imperceptibles, pero que un dia conectan con todos esos pequeños esfuerzos y resultan, en la opinión del observador, en un "golpe de buena suerte". Igual ocurre con el golpe de "mala suerte", son un conjunto de descuidos, incumplimientos insustanciales que se conectan, un dia, en un momento de fatalidad.


Pero, lo planteando precedentemente, no es una contradicción a la condición que goza el hombre de forjar su propio destino, es mas bien una afirmación. Lo que si ocurre es que, las vidas de los hombres, a partir del momento que forman la conciencia, a diario, cada instante, tienen que elegir caminos. Vias que conectan con otras, unas son caminos, trillos, que conectan con vias, en los que se encuentran atajos que nos permiten avanzar mas rápido o perdernos en él. 


El destino de un hombre está definido por las decisiones que toma, un dia, en un instante, en una intersección. Aveces tomamos caminos de una sola vía en los ya no se puede retornar, aun después de reconocer que no era el correcto y solo podemos seguir hasta la próxima intersección y volver a decidir, esta vez con la certeza que acompaña la experiencia. Pero esa es la vida, caminar y solo se puede vivir caminando, cometiendo errores. Con la inteligencia para reconocerlo, el carácter salir de él y el valor para volver a cometerlo, porque no podemos detener nuestro avance por miedo al yerro.


Lo cierto es que el destino de un hombre se forma en un momento, en una desición, en un cruce de caminos, que conecta con otros, ese momento en el que hombre sabe lo que es. De que está hecho. Por eso, siempre será importante saber elegir con quien caminamos. Si caminamos sólo, lo hacemos mas rápido, si caminamos acompañados podríamos llegar mas lejos, dicen los orientales. No siempre será cierto, porque aparecen compañeros que es mejor dejarlo como abono orgánico en el camino, que alimente un arbol que sirva de sombra para quienes vienen detras. Es para lo único que son útiles.


En el camino también nos pasan cosas y encontramos personas con las que nos pasan esas cosas, que de veras fueron y que  no se pierden, que duran para siempre, aunque hayan sido por un momento, un instante, una desición, buena o mala, verdaderamente intensa. "La intensidad es una forma de eternidad", decía Borges, el más noble de los escritores.


Al final de los caminos, lo mejor sería acumular grandes instantes que duraron para siempre, que solo tardaron solo un segundo. Y es que ese segundo, ese minuto, esa desición desencadenaron una cadena de desiciones que definieron nuestro destino.


Opaito.


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